Domingo de ramos: ¿Cómo hacer la procesión en casa? - Religión - Vida




El domingo de ramos marca el fin de la cuaresma y el inicio de la Semana Santa, la celebración más importante para los católicos. Si bien se trata de una fecha en la que se acostumbra ir a la iglesia y realizar una procesión con ramos, dadas las condiciones sanitarias actuales, esto no se puede hacer.

Sin embargo, la Conferencia Episcopal de Colombia dio a conocer un pequeño manual por medio del cual las familias pueden continuar con todas sus tradiciones pero desde sus casas sin violar la cuarentena.

Así las cosas, se recomienda seguir el siguiente proceso de preparación:

Se puede preparar una cruz o crucifijo y adornarla con ramas y flores, para que sea llevado a corta procesión por un miembro de la familia.

De antemano, asignar a la persona que dirigirá la celebración, hará las lecturas, leerá las moniciones y llevará la cruz.

Reunidos en la casa en un lugar conveniente, desde donde se pueda hacer una corta procesión hasta el lugar en el que está el pequeño altar, se da inicio a la celebración en torno a la cruz o crucifijo debidamente preparado.

Ritos iniciales

Monición:

Hermanos, nos reunimos en familia para conmemorar la entrada mesiánica de Jesús, pero no solo a Jerusalén sino, además, a nuestras vidas donde lo reconocemos como nuestro Dios y Señor. Este encuentro de fe es signo de nuestro decidido testimonio para construir una vida que agrade a Dios.

Hermanos, bendigamos a Dios Padre que nos permite reunirnos en su nombre para aclamar y reconocer públicamente a su Hijo como nuestro Rey y Señor. Bendito seas por siempre, Señor.

Lectura del Evangelio según san Mateo (21, 1-11).

Cuando se acercaban a Jerusalén y llegaron a Betfagé, en el monte de los Olivos, envió a dos discípulos diciéndoles:

«Vayan a la aldea de enfrente, encontrarán enseguida una borrica atada con su burrito, los desatan y me los traen. Si alguien les dice algo, contéstenle que el Señor los necesita y los devolverá pronto».

Esto ocurrió para que se cumpliese lo dicho por medio del profeta: «Digan a la hija de Sion: “Mira a tu rey, que viene a ti, humilde, montado en una borrica, en un burrito, hijo de asna”».

Fueron los discípulos e hicieron lo que les había mandado Jesús: trajeron la borrica y el burrito, echaron encima sus mantos, y Jesús se montó. La multitud alfombrar el camino con sus mantos; algunos cortaban ramas de árboles y alfombran la calzada.

Y la gente que iba delante y detrás gritaba: «¡“Hosanna” al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡“Hosanna” en las alturas!».

Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad se sobresaltó preguntando: «¿Quién es este?».

La multitud contestaba: «Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea».

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús

Procesión

Ahora, imploramos la bendición para que perseveremos en el testimonio de una auténtica vida cristiana.

El que dirige la celebración dice:

Te pedimos, Señor, aumentes la fe de los que tenemos en ti nuestra esperanza y nos permitas, a quienes celebramos a Cristo victorioso, poder permanecer unidos a Él para que así demos frutos de buenas obras. Por Jesucristo nuestro señor.

Se da inicio a la corta procesión y va adelante el que lleva la cruz o crucifijo, lo siguen los demás miembros de la familia y se dirigen al lugar donde está el pequeño altar de la Palabra.

Oración:

Todos oran en silencio por un momento. Seguidamente, el que dirige la celebración, sin extender las manos, dice la oración para este día:

Dios todopoderoso y eterno, por cuya voluntad nuestro Salvador se hizo hombre y murió en la Cruz para dar al género humano ejemplo de humildad, concédenos, en tu bondad, que aprendamos las enseñanzas de su pasión y merezcamos participar de su resurrección. El que vive y reina por los siglos de los siglo, amén

Liturgia de la palabra:

Lectura del libro de Isaías (50, 4-7).

El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo; para saber decir al abatido una palabra de aliento.

Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los discípulos.

El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás.

Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos.

El Señor Dios me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.

Palabra de Dios. Te alabamos, Señor

Salmo

Sal 22(21),8-9.17-18a.19-20. 23-24 (R. 2a)

Al salmo responden: «Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre si tanto lo quiere».

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Al verme, se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza.

Respuesta: «Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre si tanto lo quiere».

Me acorrala una jauría de mastines, me cerca una banda de malhechores; me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos.

Respuesta: «Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre si tanto lo quiere».

Se reparten mi ropa, echan a suerte mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.

Respuesta: «Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre si tanto lo quiere».

Contaré tu fama a mis hermanos en medio de la asamblea te alabaré. «Los que temen al Señor, alábenlo; linaje de Jacob, glorifiquenlo; témanlo, linaje de Israel».

Respuesta: «Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre si tanto lo quiere».

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los Filipenses (2, 6-11):

Cristo Jesús, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres.

Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo exaltó, sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Palabra de Dios. Te alabamos, Señor

Evangelio: Pasión de nuestro Señor Jesucristo según San Mateo (27,11- 54)

En aquel tiempo, Jesús fue llevado ante el gobernador Poncio Pilato, y éste le preguntó: «¿Eres tú el rey de los judíos?»

Jesús respondió: «Tú lo dices»

Y, mientras lo acusaban, los sumos sacerdotes y los ancianos no contestaban nada. Entonces Pilato le preguntó: «¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?»

Como no contestaba ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía liberar un preso, el que la gente quisiera.

Tenía entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, dijo Pilato: «¿A quién quiere que les suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías?»

Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y, mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir: «No te metas con ese justo porque esta noche he sufrido mucho soñando con él».

Pero los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús.

El gobernador preguntó: «¿A cuál de los dos quieren que les suelte?».

Ellos dijeron: «A Barrabás»

Pilato les preguntó: «¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?».

Contestaron todos:«Sea crucificado»

Pilato insistió: «Pues, ¿Qué mal ha hecho?».

Pero ellos gritaban más fuerte: «¡Sea crucificado!».

Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos ante la gente diciendo: «Soy inocente de esta sangre. ¡Allá ustedes!»

Todo el pueblo contestó:«¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»

Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. ¡Salve, rey de los judíos!

Entonces los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él diciendo: «¡Salve, rey de los judíos!».

Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza. Y, terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar. Crucificaron con él a dos bandidos.

Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a llevar su cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir lugar de «la calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo.

Después de crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a suertes y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de la cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Este es Jesús, el rey de los judíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda.

Los que pasaban, lo injuriaban, y, meneando la cabeza, decían: «Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz».

Igualmente los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también diciendo:

«A otros ha salvado y él no se puede salvar. ¡Es el Rey de Israel!, que baje ahora de la cruz y le creeremos. Confió en Dios, que lo libre si es que lo ama, pues dijo: “Soy Hijo de Dios”».

De la misma manera los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban.

Desde la hora sexta hasta la hora nona vinieron tinieblas sobre toda la tierra. A la hora nona, Jesús gritó con voz potente: «Elí, Elí, lemá sabaqtaní?».(Es decir: «Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?»).

Al oírlo algunos de los que estaban allí dijeron: «Está llamando a Elías».

Enseguida uno de ellos fue corriendo, cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de beber.

Los demás decían: «Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo».

Jesús, gritando de nuevo con voz potente, exhaló el espíritu.

En este momento todos se arrodillan, y se hace una pausa

Entonces el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se resquebrajaron, las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que él resucitó, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos.

El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, dijeron aterrorizados: «Verdaderamente este era Hijo de Dios».

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

En la Palabra proclamada el Maestro manda a sus discípulos a preparar la Pascua y en esta celebración, ya en la mesa, anuncia la traición de Judas; instituye la Eucaristía como el mayor gesto de su amor; igualmente, allí se presenta toda la escena de la pasión y muerte: la negación de Pedro, a Jesús siendo juzgado, sentenciado a muerte en la cruz, coronado de espinas, golpeado, escupido, burlado, insultado, muerto, sepultado, vigilado y custodiado.

Cuánto tiempo llevamos de estar con Jesús, de creerle, de vivirlo, de seguir sus caminos procurando tener la certeza de que vamos obrando como Él quiere; sin embargo, cuántas veces le traicionamos por las prisas y deseos de obtener lo que queremos, siendo egoístas con los demás, aún a costa de ser deshonestos, desleales, infieles; cuántas veces, como Pedro, le hemos negado, cuando por omisión somos indiferentes a las necesidades de nuestros hermanos. Hoy Jesús nos muestra y nos entrega todo su amor muriendo por nosotros para que, por él y en él, fuéramos perdonados. No se trata solamente creer en Dios, sino también de demostrarlo con gestos de caridad para con los hermanos.

¿Cuándo mi obrar está marcado por el egoísmo? ¿Tengo prejuicios con mis próximos? ¿Falto con frecuencia a la caridad con los hermanos?

Credo

Creo en Dios, Padre Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra.

Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen;

Padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.

Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

Oración de Fieles

Al Padre, que nos envió a su Hijo para nuestra salvación y hoy se nos manifiesta como Mesías- Rey, dirijamos nuestras súplicas confiadas:

Respuesta: Por la Pasión de tu Hijo, escúchanos, Señor.

Por el Papa, los obispos, sacerdotes y diáconos para que, reflexionando y orando los misterios de la pasión, muerte y resurrección del Señor, puedan transmitir el amor de Dios en su Hijo entregado en la cruz.

Respuesta: Por la Pasión de tu Hijo, escúchanos, Señor.

Por los gobernantes, para que en este tiempo que vivimos la pandemia del COVID-19, con los servicios a la sociedad, construyan en sus comunidades auténticas relaciones basadas en la verdad, la dignidad y bien común de todos.

Respuesta: Por la Pasión de tu Hijo, escúchanos, Señor.

Por todos los enfermos que se encuentran afectados por el COVID-19, especialmente en nuestro país, para que Dios los alivie en el cuerpo y los fortalezca en el alma, al experimentar su presencia sanadora.

Respuesta: Por la Pasión de tu Hijo, escúchanos, Señor.

Por todos los que han fallecido, en el mundo y en nuestro país, a causa del coronavirus, para que a ellos Dios les conceda el descanso eterno, y sus familiares la fortaleza cristiana para continuar su historia.

Respuesta: Por la Pasión de tu Hijo, escúchanos, Señor.

Por todos nosotros para que, desterrando el egoísmo, respondamos con caridad ayudando a los hermanos que, viviendo la emergencia sanitaria, están más necesitados.

Respuesta: Por la Pasión de tu Hijo, escúchanos, Señor.

Acoge, Padre misericordioso, estas súplicas que confiadamente te presentamos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén

Padre Nuestro:

Se ora un Padre Nuestro

Comunión Espiritual:

A continuación, se manifiesta el deseo de recibir a Jesús en la Eucaristía de modo espiritual.

Todos dicen:

Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar.

Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón.

Y como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén.

Acción de gracias:

Después se recita o se entona el siguiente cántico de acción de gracias:

Salmo 135 (1-9)

Himno a Dios por las maravillas de la creación y del éxodo

Todos:

Dad gracias al Señor porque es bueno: porque es eterna su misericordia.

Dad gracias al Dios de los dioses: porque es eterna su misericordia.

Dad gracias al Señor de los señores: porque es eterna su misericordia.

Sólo él hizo grandes maravillas: porque es eterna su misericordia.

Él hizo sabiamente los cielos: porque es eterna su misericordia.

Él afianzó sobre las aguas la tierra: porque es eterna su misericordia.

Él hizo lumbreras gigantes: porque es eterna su misericordia.

El sol que gobierna el día: porque es eterna su misericordia.

La luna que gobierna la noche: porque es eterna su misericordia.

Invocación a la Virgen María

Todos dicen:

Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios;

no desprecies las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades,

antes bien líbranos siempre de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita! Amén.

Rezar tres Avemarías.

Rito de conclusión:

El que dirige la celebración, invoca la bendición de Dios y se santigua, diciendo: El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.

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