Dualidad complementaria, una opción para investigar los recursos acuáticos - Medio Ambiente - Vida




“Kat Urukt Ñue yofuerinyafue Rtama iemo kat uai Dtga”. Así describe Cristóbal Boinage, líder indígena uitoto-mtntka, en su lengua nativa, la “dualidad complementaria” entre la cosmovisión aborigen y el conocimiento científico, requisito indispensable para lograr el bienestar y el desarrollo sostenible en regiones como la Amazonia.

La Misión Internacional de Sabios avanza rápidamente contra el reloj, con la meta de tener recomendaciones y proyectos emblemáticos. Afortunadamente, gracias a estos diálogos de saberes, en esta oportunidad, con la participación de las comunidades indígenas, el Sinchi, la Universidad Nacional, la Aunap, el Sena, la normal superior y la Fundación Natura, se están esclareciendo las mejores oportunidades para los recursos hidrobiológicos de Colombia.

Un primer consenso es que la seguridad alimentaria es un requisito primordial.

Solamente la región amazónica cuenta con cerca de 500 especies de peces de agua dulce, de los cuales más de 200 tienen usos en las dietas locales y como peces ornamentales. Muchas de las especies, como el pirarucú y varios bagres, alcanzan grandes tamaños, y su carne es de las mejores del mundo. Sin embargo, la pesca los reduce rápidamente, mientras los esfuerzos para desarrollar su cultivo han sido desarticulados y de corto plazo. Aunque hay buenas posibilidades, no se cuenta con un paquete tecnológico para un rendimiento óptimo o su implementación a gran escala.

La acuicultura en Colombia es una de las pocas agroindustrias en crecimiento, pero con especies introducidas, como la tilapia (mojarra) y la trucha, ambas de moderada calidad. Las especies cultivables han sido el producto de investigación científica a largo plazo.

La cachama fue desarrollada en Brasil, y el Pangasius, conocido como basa, por China y los países que comparten el río Mekong. La basa, que ha invadido nuestros mercados –y erróneamente se ha introducido en Colombia– se plantea como una nueva apuesta. Nuevamente es apostarle a un producto de baja calidad que distrae los esfuerzos de donde los debemos enfocar, de nuestras especies nativas.

Debemos insistir con el cultivo del pirarucú, los bagres y los peces ornamentales, pero con un esfuerzo articulado, interinstitucional y a largo plazo, fortaleciendo la educación y las capacidades regionales. En paralelo, la pesca costera y dulceacuícola debe ser una actividad artesanal apoyada por los saberes locales.

Esto debe ir de la mano con un control de la contaminación por mercurio –debido a la minería ilegal– y la invasión del plástico y las basuras, que se toman nuestro más preciado elemento, el agua.

JUAN ARMANDO SÁNCHEZ, PH.D.
Misión Internacional de Sabios 2019, ‘Océanos y recursos hidrobiológicos’.
Profesor titular, Universidad de los Andes

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