Helena Herrán Vargas, quien ha trabajado toda su vida como contadora, ha tenido varias batallas. La primera fue con ella misma para entender lo que sentía frente a su cuerpo y su identidad. La segunda vino por tener que esconder quién era para evitar los señalamientos, tiempo en el que, cuenta, se sintió como una actriz interpretando un papel.
La tercera llegó cuando la Constitución del 91 le dio un impulso para florecer y mostrarse. La cuarta estuvo ligada a que en los documentos que la identifican como ciudadana se reconociera que ella es una mujer, por lo que con lo avances en las leyes, en el 2007 cambió su nombre, y en el 2015 cambió su sexo en su cédula, así como lo han hecho este año 60 menores de edad y 115 mayores de 18 años.
La última batalla la ganó hace una semana, cuando el Tribunal de Bogotá aceptó su tutela para que Colpensiones reconozca que ella podía pensionarse a los 58 años, como todas las mujeres en el país.
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Este domingo, Helena cumple 62 años, la edad que le exigía Colpensiones para entregarle su mesada, al tratarla como hombre. Pero esta última pelea, dice Helena, no la dio únicamente por una pensión. Esta lucha tuvo que ver con su dignidad, con que se le respete su identidad de género, y con un propósito más grande: mostrarle a una población vulnerable -como lo es la comunidad tras-, que hay futuro, que se puede soñar con una vejez, con una pensión, y que vale la pena luchar por el reconocimiento de los derechos.
La vida de Helena
Helena, primero cuénteme de usted, de su vida…
Yo nací en Bogotá, el 20 de septiembre 1958. Este domingo cumplo 62 años de edad. Crecí en un barrio popular, en Kennedy, donde fue toda mi niñez. Estudié mi primaria en una escuela pública, en la Concentración Escolar el Japón. Luego hice mi bachillerato en una institución pública, el Inem de Kennedy, en donde empecé a trabajar en sexto de bachillerato, en servicios de mensajería, porque teníamos necesidades que no podían ser cubiertas por mi familia. Cuando terminé el bachillerato hice algunos cursos de secretariado, mecanografía, taquigrafía, ortografía, auxiliar contable, matemáticas financieras, y fue mi primera preparación.
Así que empecé a trabajar en el área contable y luego me inscribí en una carrera de economía en la Gran Colombia. Pero no la terminé, me retiré porque me llamaba mucho más la atención la contaduría ya que vi allí más posibilidades en el futuro para mi trabajo. El desempleo en este país siempre es un riesgo, así que pensé que como contadora pública, sino había algo fijo, iba a poder trabajar como independiente, haciendo declaraciones y cosas contables. Así que hice la carrera de Contaduría y la terminé en el 85, cuando me gradué como contadora y pude ejercer mi profesión.
¿En qué momento, Helena, se da cuenta que no se sentía bien como hombre, sino como una mujer?
Mi identidad como mujer transgénero empieza desde el momento que tengo uso de razón, a los 6 ó 7 años, que es cuando todo niño se identifica con quién es. Allí descubro que yo estaba en el cuerpo ajeno, en el que no era, y que yo quisiera ser completamente una mujer. No es que alguien te diga ‘tú vas a ser esto, o lo otro’. Tampoco es que detrás haya cuestiones de abuso, ni ningún tipo de trauma que a veces quieren asociar a esta situación. Por el contrario, cuando hay esa presión social de la familia, de amigos, de todo ese mundo, la presión hace que tengamos que ocultarnos. Así que me tuve que ocultar y empezar a desarrollar un papel. De lo contrario me exponía a humillaciones, abusos. Lo pensé mucho, pero no había otra alternativa.
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De esa manera hice mi vida hasta que todo comenzó a cambiar. Después de la constituyente, la Constitución del 91, vi que empezaron a reconocer nuestros derechos. Se despenaliza, por ejemplo, a la comunidad gay y la gente puede manifestarse con más libertad. Por eso comienzo un desarrollo en el que ya no siento tanto temor a expresarme y a irme manifestando. De todas maneras la vivencia sigue siendo complicada. No se puede romper completamente con todos esos estereotipos en los que ubican a una persona, porque mostrarse implica un choque con la familia, amigos, el entorno laboral. No es fácil, en este proceso hay que enfrentarse no solo a una misma como persona, sino también a la sociedad, a sus comentarios, a sus críticas, a su juzgamiento. No es fácil.
De esa manera hice mi vida hasta que todo comenzó a cambiar. Después de la constituyente, la Constitución del 91, vi que empezaron a reconocer nuestros derechos
¿Cómo fueron todos esos años de ocultarse?
Fue una época muy traumática. Yo pensaba que estaba representando un papel. Me sentía como una actriz. Siempre estaba atenta a los movimientos, que a los ademanes, que a los colores que usaban los hombres. Había un continuo seguimiento del comportamiento para no entrar en choque con el medio en el cual me estaba moviendo. Cualquier situación se presentaba para burlas, para situaciones bien complicadas. Entonces es una presión continua, todos los días, en todo momento. Si de pronto yo quería esto o aquello, no lo podía hacer porque me iban a identificar. Tenía que esconderme y eso era como tener que estar pendiente de que nadie vaya a abrir la puerta para verme como soy, porque si veían como era me exponía a lo que ahora llaman bullying, que arrincona a las personas. Es una cuestión psicológica, no necesariamente física, sino psicológica, una carga muy pesada. Si había un momento de paz para ser libre, también tenía el temor de que alguien me interrumpiera esa intimidad. Es una vida que es dura y nos ha tocado afrontar.
Yo pensaba que estaba representando un papel. Me sentía como una actriz
Helena Herrán logró registrarse con ese nombre den el 2007 y en el 2015 cambió en su cédula el componente de su sexo de masculino a femenino.
Dejar de ocultarse
¿Cómo toma la decisión de mostrar quien realmente es?
Dentro de esa evolución hasta el año 98 comienzo a manifestarme, pero todavía con reserva. Hasta que tomo la decisión de que no podía vivir una vida que no era la que yo quería vivir, ni encerrada en esta amargura de no poder ser quien soy. Así que abiertamente lo hago y hay un choque con muchas personas, porque muchas pueden saber que una persona es gay, o sobre sus gustos, pero otra cosa es cuando empiezan a preguntarle a uno qué sucedió. Tuve, entonces, que explicar que siempre he sido así, que la situación, los nervios, las condiciones, no me habían permitido ser quien soy. Así que decido que guste a quien le guste voy a enfrentarlo porque tengo mi madurez, mi libertad económica, ya no dependo de que mis padres me provean. Enfrento el mundo, a las amistades, al medio de trabajo. Enfrento toda esa situación.
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Después seguí trabajando y seguí echando para adelante, y aproveché las posibilidades que nos dieron. Primero, cambiar el nombre, que fue en el 2005 o 2006. Sigue la evolución hasta el decreto del 2015, cuando pudimos hacer el cambio del componente de sexo en la cédula. En mi cédula anterior aparecía una mujer y cuando miraban estaba el nombre de un hombre, y era muy complicado. Ahora es distinto. Algunos ven mi cédula y saben que el número era el que se asociaba para lo masculino, pero la situación es más suave que antes.
Hasta que tomo la decisión de que no podía vivir una vida que no era la que yo quería vivir, ni encerrada en esta amargura de no poder ser quien soy
¿Reconocerla como mujer en los documentos facilitó su vida como ciudadana?
Sí, facilitó mi vida como civil, porque si iba a un banco, a hacer cualquier vuelta y en mi cédula veían mi nombre pero con otra configuración de sexo, eso creaba un shock. Entonces ahora es diferente cuando va el nombre, y mejora mucho más cuando va la identificación de sexo como mujer.
La lucha por la pensión
¿Cómo fue su lucha con Colpensiones para conseguir que le reconocieran esta pensión como mujer?
Ese proceso empezó en el 2007, cuando hice el cambio de nombre y me dirigí a Colpensiones para actualizar mi historia laboral y datos personales. Entonces allí cambié mi nombre, vi que faltaban unos datos de mi historia laboral y solicito que todo eso se organice. En ese año estaban en el cambio de Seguro Social a Colpensiones, lo que demoró como un año que me organizaran todo. Luego, en ese proceso, una chica me dijo: ‘si tuvieras la cédula femenina de sexo femenino, ya podrías entrar en trámite para pensionarte’. Pero no era posible porque si se ingresaban los datos me iban a rechazar porque aunque tenía el tiempo de cotización, no cumplía con los requisitos de edad porque en el sistema aparecía como sexo masculino. Desde ahí inicia todo este proceso y pregunté qué alternativas me daba la ley, pero en ese momento no había ninguna. Hasta el 2015 cuando hago el proceso del cambio de sexo en la cédula.
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¿Cómo fue ese trámite para cambiar su cédula?
En ese momento se demoró un poco porque las notarías no tenían claro cómo aplicar el decreto, ni la tarifa, ni nada. Pero logré cambiar el componente del sexo en la cédula y fui a la Registraduría para pedir una nueva cédula. Tres meses después me dijeron que ya estaba lista, pero cuando fui a ver, me habían dado un duplicado. Es decir, yo recibí la cédula, le di la vuelta, porque quería ver por fin que ese documento dijera que yo era una mujer. Pero en la casilla del sexo seguía diciendo ‘M’, entonces me molesté porque no no pedí un duplicado de la cédula, yo quería que cambiaran el sexo. Entonces tuve que devolverla, me hicieron entregar nuevamente los documentos y tocó esperar tres meses más cuando por fin me dieron mi cédula con el sexo femenino.
Yo recibí la cédula, le di la vuelta, porque quería ver por fin que ese documento dijera que yo era una mujer. Pero en la casilla del sexo seguía diciendo ‘M’
¿Y entonces volvió a Colpensiones con su documento como mujer?
Sí. Cuando me entregan la cédula, me dirijo a Colpensiones. En ese momento Colpensiones me registra en el sistema como “sexo femenino”, y allí logro que reciban mis documentos para la pensión. Sin embargo, me contestan con una resolución negándomela, diciendo que el decreto de cambio de sexo en la cédula no tenía alcances pensionales. Dijeron que ese decreto solo buscaba el libre desarrollo de la personalidad, pero que no implicaba el reconocimiento de estos derechos. Entonces me dijeron que me tocaba esperar hasta los 62 años.
Hice la apelación y luego una petición. Nuevamente me dicen que niegan la pensión. Entonces acudí a la Defensoría Financiera de Colpensiones, pero me remiten la misma resolución que yo ya conocía donde negaban mi pensión. Voy hacia la oficina de derechos LGBTI de Bogotá, y les comento mi caso. Entonces la trabajadora social me remite a la Fiscalía, pero allí no pueden hacer nada. Sin embargo, allí me dicen que tienen un convenio con el Consultorio Jurídico del Politécnico Gran Colombiano, y allí hablo con la doctora Pilar Lizarazo, quien me dice que, en efecto, a mí me están vulnerando mis derechos porque yo soy una mujer y como mujer me tenían que dar mi pensión.
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Volvimos a hacer la solicitud a Colpensiones y vuelven a contestar lo mismo. Entonces no vimos más alternativa que poner una tutela. Llegó la pandemia y tocó esperar un poco, pero pudimos presentarla. Esto era para mí muy importante porque no era solamente el reconocimiento de la pensión en sí misma, sino que me estaban violando mis derechos a la dignidad, a sentirme cómoda, como si yo estuviera engañándolos para sacarles algo a lo que no tenía derecho.
Esto era para mí muy importante porque no era solamente el reconocimiento de la pensión en sí misma, sino que me estaban violando mis derechos a la dignidad
¿Qué significó para usted tener que demostrale a Colpensiones que usted es una mujer?
Es precisamente la vulneración del derecho a la intimidad, de mi dignidad. Si yo le muestro a alguien mi cédula que dice que soy una mujer, ¿por qué van a cuestionar que yo sea una mujer? Es humillante. De hecho, le pasamos un derecho de petición a Colpensiones en el que le exigíamos que demostrara al día de hoy que yo soy un hombre y no una mujer. Les dijimos que nos dieran sus argumentos legales y jurídicos en los que sustentaba su decisión de negarme la pensión como mujer. Ellos jamás dieron respuesta, porque no podían darla, no la tenían, no existe.
¿Colpensiones ya le entregó a usted su pensión?
El jueves 10 de septiembre el Tribunal Superior de Bogotá les da a Colpensiones 48 horas para que realicen la nueva liquidación de mi pensión, pero hasta el momento no me han notificado de nada, ni informada nada. No sé si ya lo hicieron. Simplemente no me han dicho absolutamente nada.
¿Y mientras llega esa pensión usted ha tenido que seguir trabajando?
Sí. Ha sido una época muy dura este año por la pandemia. A partir de marzo, cuando comenzó esta historia, el comercio cerró, ya no había plata. Entonces el trabajo también cayó. Por eso he tenido que acudir a mis padres y familiares para que me prestaran para lo básico, que es la alimentación. La luz me tocó dejar de pagarla e hice una cuerdo con Codensa.
Abrir un camino para las demás
Su caso es muy importante porque le abre el camino a otras personas trans para que puedan acceder a una pensión en los términos correspondientes a su identidad de género. ¿Cuál cree que será el impacto de este fallo?
Mi aspiración es que esas personas hagan todos los procedimientos necesarios para obtener su pensión, y que Colpensiones no vuelva a insistir en este tema. Que les reconozca la pensión a las personas que vivimos este proceso, y que tenemos el derecho a mostrarnos y ser quienes somos. Tengo claro que esta pelea no solo es por el reconocimiento del respeto que se nos debe dar a nosotras en la sociedad, sino también para que en lo que corresponde al Estado, se nos reconozca como mujeres que tenemos todo el derecho de recibir las garantías de ese Estado, de acuerdo a nuestra condición.
Pero hay algo más. La mayoría de las mujeres transexuales de Colombia, la única alternativa que han tenido es trabajar en la prostitución, porque somos muy pocas las que hemos tenido la oportunidad de tener otro tipo de vida. Hay muchas mujeres en esa situación, y la sensación de ellas es como la de la película de ‘No futuro’, porque piensan que no pueden aspirar a ningún futuro. A mí me gustaría que cuando vean mi caso, vean un incentivo para pensar que sí hay futuro, para que sientan que van a llegar a una vejez digna y que tienen la posibilidad de acceder a una pensión.
A mí me gustaría que cuando vean mi caso, vean un incentivo para pensar que sí hay futuro, para que sientan que van a llegar a una vejez digna y que tienen la posibilidad de acceder a una pensión
En los últimos días hubo una fuerte polémica en redes sociales y en medio de la discusión, una escritora señalaba que hay un dogma de género que muchos activistas de la comunidad trans quieren imponer, y criticaba que ese dogma quiere eliminar la realidad de que el sexo existe. ¿Cómo ve usted esa discusión sobre el género y el sexo?
Prefiero no ver redes sociales, porque muchas veces allí se hacen consideraciones de todo tipo. Pero esa discusión, incluso, yo misma la tuve. Muchas veces las enseñanzas religiosas tienen un peso en la comunidad, y se vuelven la base de la moralidad. Entonces se habla de que la Biblia dijo: ‘hágase el hombre, hágase la mujer’ y por eso muchos dicen ‘Dios creó al hombre y a la mujer’. En ese sentido, de allí viene el sexo.
Yo siempre he mirado que la naturaleza tiene que mantener las especies, y para eso se generó el sexo, ya sea por las leyes naturales, o divinas, pero para eso era necesario el sexo que determina la forma en la que nos reproducimos y mantenemos la especie. En términos generales, es lo que se ve en el reino animal. La diferencia con nosotros como seres humanos es que trascendimos a esas limitaciones del reino animal, pues los animales no tienen consciencia sobre si son hembras o machos, simplemente hacen lo que la naturaleza les indicó, en donde el macho y la hembra se aparean, y tienen crías.
Pero nosotros, los seres humanos, tenemos algo muy diferente, porque somos seres autoconscientes. Así, desde mi ignorancia, pienso que allí viene la identidad de género. La identidad generalmente la enseñan en la casa, en donde le dicen a uno que los niños juegan con carros y que las niñas reciben otra educación. Se supone que esa identidad viene entonces aprendida desde el hogar, pero hay personas, como en el caso mío, que no nos identificamos con eso que nos están enseñando. Entonces, a los siete años, digo que no me gustaría usar ese pantalón sino una falda y rompo con esa identidad de género, porque no es la mía.
En ese sentido, el fallo que reconoció su pensión invita a ver la identidad de género más allá del sexo, de lo corporal y lo biológico, con el fin de poder reconocer estos derechos, entendiendo al ser humano en toda su dimensión…
El reconocimiento que me está dando la ley es que no me identifiquen a mí por lo que la naturaleza hizo en mí, que fue darme un sexo que no se identifica con mi consciencia ni con mi ser. Como soy autoconsciente y tengo libre albedrío, en un momento decido romper con eso. Claro, hay una lucha interna, hay un cuestionamiento interno. Tengo claro que el género es diferente al sexo. Son cosas diferentes. Muchas veces quien no está en esta situación, no lo entiende ni comprende. Ojalá la comunidad transexual vea mi historia como un paso más para seguir adelante, cimentar nuestros derechos y que nos respeten.
MILENA SARRALDE DUQUE
Subeditora de Justicia
Twitter: @MSarralde