Crítica de la película colombiana Los fierros - Cine y Tv - Cultura




El estreno en nuestras salas de una película nacional que lleva el título de Los fierros no da para hacerse muchas ilusiones. De inmediato vienen a la mente todos los clisés del género traqueto, con historias unidimensionales y predecibles, abundantes en mamoplastias y palabrotas. Y se sienta uno en la sala con estas ideas, cuando unos encuadres singulares y unos sonidos sordos lo introducen en un mundo raro, que hora y media más tarde deja la satisfacción que solo dejan las experiencias cinematográficas memorables.

Y no es que Los fierros se aleje mucho de las historias que evoca su título. Un hombre sale de la cárcel tras pagar una condena por un robo fallido. Al regresar a su pueblo encuentra que su hermano y antiguo socio sigue en las andanzas y está amenazado por un mafioso local. Contra lo que dicta el buen juicio, el hombre se le mide de nuevo al peligro para ayudarle a su hermano, con consecuencias impredecibles.

A quien quiera verle imperfecciones a Los fierros no le faltará tela de dónde cortar. El sonido por momentos es defectuoso; las imágenes, demasiado lavadas, y al guion le sobran dos vueltas de tuerca. Pero ya quisieran otras cintas colombianas tener esos defectos y poder contar a cambio con sus virtudes.

Con una estructura de wéstern, Los fierros es una de las cintas sobre bajos fondos mejor logradas del cine nacional, con una ambientación de primer nivel, una dirección de actores excepcional y una construcción del suspenso tan bien lograda que uno podría apostar que solo es cuestión de tiempo para que su director, Pablo González, dé un salto a otras ligas.

MAURICIO REINA
Crítico de cine
@ReinaMauricio

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